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Sobre hombros de un gigante
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Texto Completo
Sobre
hombros de un gigante
Por Martín Siano
Corría
el año 1992. Con la reciente creación de
la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, María Julia
Alsogaray
tomaba un rol destacado en el gabinete del presidente Menem. Algunos de
sus colegas,
resistían su avance sobre los temas ambientales de cada sector,
intentando
conservarlos para sí. Este, era el caso de la Secretaría de Energía
que, para
tal fin, adoptó una norma de recomendaciones para la protección del
medio
ambiente en operaciones de exploración y explotación de hidrocarburos
que había
elaborado el Instituto Argentino del Petróleo, y la sancionó como
propia, a
través de la Resolución S.E. 105/92. De allí en más, todo el sector
petrolero
quedaría fuera del alcance de la renombrada Secretaria.
Aquella
tarde, la Sala de Profesores de la
Facultad de Derecho de la UBA estaba atestada. Como siempre, el ir y
venir del
cambio de turno dejaba pocos lugares disponibles para sentarse. No era
mi
primera vez allí... ya llevaba algún tiempo asistiendo al Dr. Mario de
Marco
Naón en sus clases, junto a la Dra Laura Belfer, por lo que conocía sus
asientos de cuero verde y sus mesas de lectura con sus lámparas muchas
veces
quemadas.
Pero
sí, con mis veintitantos, sería mi primera
vez con un profesor titular. Por ese entonces, me había anotado para
dar el
examen de acceso a Carrera Docente en la cátedra del Dr. Mario Valls, y
el Dr.
De Marco Naón propuso presentármelo previamente, en un encuentro en la
sala de
profesores, como antesala del examen propiamente dicho.
El
Profesor Valls estaba sentado de frente a
las ventanas, y recuerdo que se levantó para saludarme, en un gesto que
luego
aprendí, era para el tan natural como cortés. Su gesto amable, su aire
campechano, su mirada cálida –pero a la vez inquisidora– me convocaron
a pensar
de otra forma de los profesores titulares.
Las
presentaciones tomaron un minuto nada más…
de inmediato me encontré comentando sobre mi trabajo en YPF, las
características de la explotación hidrocarburífera y las implicancias
ambientales de la actividad, todo ello a la luz de la nueva Resolución
105/92.
El Prof. Valls no podía con su genio y me llevaba recurrentemente hacia
los
temas vinculados al agua, y las implicancias de las actividades
petroleras para
ésta. Yo, me defendía como podía, de embates tan portentosos como
cálidos.
La
charla duró más de dos horas, pero para mí
fueros semanas. Recuerdo que concluí agotado, por momentos confundido.
En dos
horas habíamos recorrido la legislación hidrocarburífera y la
incipiente
legislación ambiental, el famoso, por entonces, fallo Kattan y,
por
supuesto, el fallo Saladeristas del Barracas (hoy llamado por
muchos Saladeristas Podestá, ícono del ejercicio del poder de policía en
defensa de la salud pública, y que por ese entonces sólo era recordado
por el
Profesor Valls) que era completamente
nuevo para mí, pero que, descubrí con el tiempo, era un predilecto del
Titular
de la Cátedra (presente cada año en las Efemérides del Derecho
Ambiental).
Ya
bien entrada la noche, nos despedimos. El
Dr. Valls tenía un curso que conducir, o algo así. Se levantó, recogió
sus
cosas, se saludó con el Dr. De Marco Naón y, ya se estaba retirando
cuando me
animé a preguntarle por el examen… cuándo sería, qué temas tendría,
etc. Los
dos Marios se miraron y sonrieron… Este fue el examen, dijo
alguno de
ellos, ya no sabría recordar cuál… y yo me quedé allí, helado.
Unos
días después, quizás semanas, fui
convocado a la Sala de Profesores nuevamente. Allí estaba el Profesor
Valls,
también Mario de Marco y en ese momento conocí a Claudia Valls. El
profesor
Valls me presentó así: “… el contaminador que ingresa a la cátedra”, y,
de allí
en adelante, y por más de 30 años, hasta la última oportunidad en que
nos
vimos, me siguió llamando igual: el Contaminador, mote que al
principio
me dolía, pero que luego empecé a llevar con resignación, y también con
estima,
ya que nunca fue para denostar, sino con una estima agridulce,
probablemente,
al creer que yo estaba “del otro lado”. Sin embargo, siendo el
Contaminador,
me abrió las puertas y me aceptó entre los suyos, por lo que luego, ya
incluso
me encariñé con el latiguillo.
Esa
estima me la demostró constantemente, con
grandes deferencias para mí, al punto que, varios años después, accedió
a
escribir una carta de recomendación para la Universidad de
Pennsylvania, donde
cursé mi Maestría. Luego, continuó demostrándome deferencia y calidez
en el trato
que tuvo conmigo hasta la última vez que nos vimos.
Hablar
de Mario Valls es hablar tanto de la
historia como del presente del Derecho Ambiental Argentino. Pero
también es
hablar del derecho de aguas, y también es hablar de la pasión docente,
de la calidez
de los grandes, de los hacedores de caminos, de los precursores.
Y,
fundamentalmente, es hablar del futuro del
Derecho ambiental. Del futuro de sus institutos, del futuro de su
desarrollo
legislativo, del futuro de su jurisprudencia. Ese futuro que estamos
hoy viendo
solamente, como dijo Isaac Newton, pues nos hemos parado sobre hombros
de un
gigante, como Mario Valls.
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