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El oceánico Dr. Mario F. Valls
Citar: elDial.com - CC6CF2
Copyright 2024 - elDial.com - editorial albrematica - Tucumán 1440 (1050) - Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina
Texto Completo
El
oceánico Dr. Mario F. Valls
Por Ramón Ojeda Mestre*
No
puedo decir para qué mueren los hombres. No estoy autorizado para
revelarlo públicamente, bueno, ni siquiera en privado, así que no
insista. Pero
sí tengo permitido explicar para qué viven los más grandes mujeres y
hombres de
la historia. Ladies first.
Hemos
nacido para ir hacia la justicia y sólo podemos lograrlo a través
del derecho. Pero los hombres infinitos y universales como Mario Valls,
son los
que abrazan y abrasan las mil y una noches del derecho de manera
directa o
espeleológica. Cierto que como mencionamos, parafraseando al
frontispicio del tribunal
italiano “Sumus ad justitiam nati”,
pero ese complejo poliedro cultural que es el derecho requiere de
hombres
superdotados que lo piensen, que lo sientan, que lo estudien, que lo
lean o lo
escuchen, que lo inventen, que lo defiendan, que lo adapten, que lo
esgriman,
que lo lloren o lo griten, que lo custodien, que lo enseñen, que lo
concreten,
que lo apliquen, que lo transmitan, que lo ejemplifiquen, que le den
vida,
color y energía.
Todo
eso y más hizo Mario F. Valls que se ganó con perseverancia,
sencillez, humildad y grandeza paradigmática un lugar en la necesaria
rotonda
de los hombres ilustres de la historia de dos siglos: el XX en que
nació y éste
XXI en el que partió a enseñar y enarbolar la cultura jurídica en otras
dimensiones.
Fue
un sabio en las más sorprendentes ramas del derecho y su ubérrimo
cometido, por eso pudo ser catedrático, conferencista, autor, expositor
y
árbitro en las más variadas causas y temas complejos de los recursos
naturales,
la energía, la industria o la sostenibilidad, fue un gran diplomático
en el más
ensanchado vibrar del término, un hermeneuta de inmenso calado, y algo
que no
debo posponer en su semblanza: su liderazgo ético internacional. Era y
fue,
pero seguirá siendo en su recuerdo y textos, un ser mágico de valores
inquebrantables, algo difícil de lograr en nuestra profesión tan
asediada
siempre por Tirios y Troyanos.
En
sus provincias y ciudades argentinas, al igual que en el ámbito
nacional, fue un polifacético, creativo e incansable funcionario
público, de
una gran pasión por la eficiencia y humanización de las tareas
gubernativas o
administrativas. Es imposible recordar, a estas alturas de la novena
entrada,
cuántas comisiones o encargos tuvo en organismos y programas
internacionales de
todos los calibres. Sembró amigos y admiradores por todo el mundo con
su
talento, su sapiencia y su bonhomía. Era un científico acucioso,
pertinaz y de
gran imaginación.
En
el vasto horizonte del derecho de los recursos naturales, el medio
ambiente y la energía, no hay un currículum tan desafiante como el
suyo. Valls
era cuantitativo y cualitativo y vivió mucho, en la más ambiciosa
semántica de
la expresión. Vivió mucho y rodeado de afectos, de amor, de familia y
de
grandeza moral, que se dice fácil, pero no es fácil andar siempre cerca
del
fogón y no quemarse. Ignoro en cuantas universidades del mundo y desde
luego de
su maravilloso país formó parte de las filas más reconocidas de los
grandes
preceptores e iluminados de la contemporaneidad.
Por
Mario Valls conocí a los más grandes juristas y científicos, mujeres
y hombres de la Argentina y de Sudamérica, no competía más que consigo
mismo en
largas noches de estudio o de redacción de alguna de las muchas leyes
que le
encargaros o de las convenciones internacionales.
¿Por
qué es importante dejar constancia de todo esto? Porque la
colectividad y las individualidades, debemos tener puntos de
referencia, faros,
indicadores o referencia para distinguir lo bueno de lo malo, lo fértil
de lo
estéril, lo bello de lo repugnante, lo constructivo de lo deletéreo.
Mario, el
querido maestro Mario, nos enseñó muchas cosas, pero hay dos que nadie
debe
olvidar: la sencillez y el trabajo. Mucho
trabajo y cero petulancia, mucho tesón y
cero soberbia, máximo de entrega y nada de discolería. ¡Cuántos
engreídos denigran
nuestra ciencia o nuestro trabajo! Él honró a la cultura jurídica y a
los
valores que nutren su pacificadora axiología y por ello debemos vivir
con un
sentimiento y recuerdo de gratitud hacia él.
¿Cuántos
jóvenes tuvieron el privilegio de ser sus alumnos? En la
Argentina y en otras latitudes. Miles, miles de cosechadores de una de
las
mentes más productivas y generosas de la jurisprudencia que jamás fue
tentado
con las singladuras de “ad pompam vel
ostentationem”. Para eso vivió Mario F. Valls y su inevitable
partida ha
de tener esa exégesis superior. Partió para que supiéramos que sí
existe el
camino de la dignidad integérrima. Y no me salgan con que en sus
noventa años
cometió tal o cual brizna de error o distracción. ¡No! Lo que lo hace
infinito
e inmarcesible es el balance. Valls se entregó siempre a la balanza de
la
justicia y con esas credenciales partió con honor, suma
cum laude.
Tal
vez no he cincelado lo suficiente al decir que fue maestro y alumno
en simultaneidad, toda su existencia. Todo el tiempo enseñando sin
soltar el
timón del aprendizaje humilde. Todo el tiempo con la palabra prudente y
el oído
benevolente para ser un mejor abogado y para hacer, él, mejores
abogados. Hoy
tenemos derecho a escribir todos los elogios que podamos respecto al
maestro
Mario Valls porque ya no está aquí con nosotros ad
corpus, pero si ad
mesuram. Seguramente riéndose de nuestras contorsiones
calámicas,
porque, además, era hombre de buen humor fino, nunca solemnote, pero sí
cuando
se requería de sólida seriedad.
Estas
líneas van dirigidas pues, no para adular a quien no lo necesitaba,
sino para animar a las mujeres y hombres jóvenes estudiosos del derecho
o
practicantes de esta noble rama del saber, para que lean su currículum,
busquen
sus conferencias, conozcan sus obras escritas, escudriñen sus
propuestas de
leyes o sus intervenciones internacionales y algo más: es para que,
merecidamente,
se sientan orgullosos los argentinos de haber contado con ese motor
maravilloso
de su dimensión y fertilidad envidiables.
A
toda la familia Valls y a la comunidad académica, nuestra felicidad por
haberlo conocido. ¡Gracias Mario!
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