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El peligro que se distorsione el sentido de los alimentos, mediante la entrega de juguetes o premios por su consumo
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El peligro que se distorsione el sentido de los alimentos, mediante la entrega de juguetes o premios por su consumo |
Por Flavio Lowenrosen |
Gozar
de un ambiente sano es un derecho subjetivo del universo
colectivo y de cada uno de los habitantes[1],
y hoy nadie discutiría esta máxima. También es un derecho
del universo de habitantes y de cada uno de ellos, disfrutar
de una alimentación, elegida voluntariamente, que sea sana y
que sea dispuesta
sin una afectación manifiesta a los intereses económicos
y patrimoniales. En
el párrafo anterior quisimos asociar el derecho a disfrutar
de un ambiente sano, con el de gozar de una alimentación
sana, voluntaria, autónoma de
conducciones e inducciones que le hagan perder, al
alimentado, su derecho a elegir lo que ingiere. En
síntesis, que el individuo sea “libre” para elegir lo
que quiere comer, voluntariamente, según
sus intereses y necesidades, con una visión sana, económica
y renovable[2]. Lamentablemente,
no siempre ello es así, en virtud que muchas veces tanto la
publicidad como los canales de comercialización distorsionan,
claramente, el sentido del alimento a adquirir, pues lo
vinculan a un premio, o a un juguete contenido en el envase,
juguete que a veces vale mucho mas que el alimento en sí
mismo, y constituye el 50% o más del valor pagado por el
alimento. Por
ese motivo, en estos casos cabe preguntarse si, en ocasiones,
se compra un alimento para ingerir, o cuando se lo adquiere
se está poniendo mas énfasis en adquirir el elemento para
coleccionar o jugar que viene en él, o el derecho a acceder
a un concurso (consistente en mirar que premio trae un
cartoncito al que hay que raspar, o el fondo de una tapita o
el reverso de un envoltorio, etc.). Si
el alimento pasa a un segundo plano, se corre el riesgo que,
a la hora de adquirirlo, no se valore ni se considere su
composición, ni su contenido, ni su valor nutricional, ni
sus contraindicaciones (ni hasta
su sabor, ni las ganas de comerlo), y se lo ingiera sólo
como un trámite, como un complemento más del producto
(juguete, bien de colección, etc.) o premio que ha sido la
causa que motivó la compra. En
estos casos se pierde, realmente, la voluntad de elección,
de disponer voluntariamente lo que se quiere comer,
principalmente cuando se trata de alimentos dirigidos a niños,
quienes insisten, a sus padres, en comprar determinado
alimento muchas veces no como consecuencia del sabor ni de
las bondades del mismo, sino que (influidos por la publicidad
y el marketing) lo hacen con el fin de obtener un juguete, o
un premio. Este
fenómeno de inducir la adquisición de un alimento comerciándolo
en conjunto con un juguete no es nueva. Recordamos los muñequitos[3]
(que hoy, para algunos, son artículos de culto y colección,
y dicen que económicamente valiosos[4])
que estaban dentro de un famoso chocolatin, los cuáles eran
usados como gancho para atraer compradores en las
viejas publicidades que -varias décadas atrás-
se veían en blanco y negro y con muchas rayas de
interferencia, en
añosas cajas de madera a las que llamaban televisor. Pero,
si bien se trata de una situación de larga data, la de
inducir la compra de un producto alimenticio por su vínculo
con un juguete o premio, debemos destacar que, por la
masividad de los medios de comunicación actual, que es
explotada en distintos medios (gráficos, digitales,
televisivos, radiales), por los aparatos de marketing de las
empresas, actualmente el fenómeno adquiere ribetes
significativos, al punto tal que en muchas ocasiones el
alimento pasa claramente a un segundo plano (por ejemplo, en
las cajitas de las cadenas que expenden la llamada “comida
chatarra”[5])
tanto desde lo nutricional, como desde lo saludable y lo económico.
Así
las cosas podemos señalar que, esta situación, podría
afectar la autonomía
de las personas en lo que a la elección de la alimentación
se refiere. Ello así, pues podría (principalmente en el
caso de niños y adolescentes) ser elegido el alimento a
adquirir prescindiendo de deseos y necesidades alimentarias,
extremo que podría impactar negativamente, en algunos casos,
en la salud del consumidor, y que, además, afecta sus
intereses económicos, pues esos alimentos que vienen con un
combo de premios o bienes (juguetes, artículos
coleccionables, etc.) son manifiestamente mas caros. En
este contexto, se enerva la obligación de las autoridades públicas
en educar para el
consumo de una alimentación elegida de forma voluntaria (sin
inducciones ni manipulaciones), tal lo impone
[1]
El artículo 41 de [2]
Algunos llaman a esto soberanía alimentaria.
Nosotros a lo que desarrollamos
no le damos esa extensión, pues ese concepto de
soberanía alimentaria está más basado en una cuestión
socio-económica de la sociedad y la primacía de los
productos locales sobre los foráneos, cuando en realidad
nosotros nos referimos en este artículo a que debe primar
la libertad de elección del sujeto, por sobre cualquier
estrategia de marketing o publicidad. Sobre la soberanía
alimentaría se dijo que: “La
soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a
alimentos nutritivos y culturalmente adecuados,
accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y
su derecho a decidir su propio sistema alimentario y
productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen
y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas
alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados
y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a,
las futuras generaciones. Nos ofrece una estrategia para
resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo y
el régimen alimentario actual, y para encauzar los
sistemas alimentarios, agrícolas, pastoriles y de pesca
para que pasen a estar gestionados por los productores y
productoras locales.”, http://www.soberaniaalimentaria.tv/ [3]
Por ejemplo la colección de la troupe de Karadagian
(“Titanes en el Ring”), incluyendo al “Ancho” y
al mercenario Joe, entre otros; o la de Hijitus y
sus compinches, incluyendo a Pucho y Serrucho.
[4]
http://listado.mercadolibre.com.ar/coleccion-jack [5]
http://es.wikipedia.org/wiki/Comida_basura [6]
El artículo 60 de [7]
El artículo 42 de
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